Respuesta:
Hace algún tiempo conocí a don Ramiro. Todavía llevaba bombachas y botas,
como las que usa la gente del campo en el Paraguay. A don Ramiro le gustaba
entretener a los amigos con sus cuentos. Cuando pasaba el mate de boca en
boca y cada uno tomaba un sorbito de agüita por la caña de plata, don Ramiro
comenzaba a hablar sin que nadie se lo hubiera pedido.
«De joven», empezó don Ramiro, «lo que más me gustaba era perderme en la
selva que se extiende entre los ríos Paraguay y Paraná