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Algo serio acontece en América Latina y el Caribe. Por un lado, la región es más próspera, los habitantes viven vidas más largas y tienen mejores niveles de educación. Sin embargo, el contexto polÃtico y social resucita conflictos en formas a las que tristemente estamos muy acostumbrados.
Esto se debe a cuestiones como la pobreza multidimensional, los altos niveles de polarización polÃtica y desconfianza en las instituciones del Estado, la inequidad en la distribución de los recursos, la fragilidad de algunos procesos democráticos, asà como el surgimiento de fenómenos cómo la migración masiva que han llegado para quedarse. Estos múltiples factores han generado un descontento social y el resquebrajamiento en el tejido social.
¿Se puede construir paz? Si se puede, pero debemos rápidamente darle una vuelta al entendimiento de la gobernabilidad para generar oportunidades de desarrollo socioeconómico y participación significativa, asà como oportunidades para la convivencia pacÃfica y la seguridad ciudadana.
Las dinámicas que aquejan a la región demandan la urgente identificación de refuerzos positivos que vayan más allá de las respuestas coyunturales, y permitan la creación de nuevas realidades.
Esto se logra con una mejora de la gobernabilidad democrática donde el diálogo se pone en el centro. El diálogo entendido como la predisposición a escuchar antes que a contestar, a conectar antes que atomizar y a integrar antes que dividir. Con el diálogo logramos identificar objetivos comunes y contribuimos a la paz sostenible. El diálogo inclusivo permite dar voz a quienes normalmente no son parte de la toma de decisiones, con la premisa de comprender antes que contestar, aprender antes que refutar, e integrar antes que separar.