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La situación de los pueblos originarios en El Salvador se caracteriza
históricamente por la marginación y la invisibilización. No es sino
hasta el año 2014 en que el Estado les reconoce a nivel constitucional.
Las comunidades Nahua pipil, Lenca y Cacaopera han protagonizado una lucha tenaz por su reconocimiento a nivel constitucional, por el pleno ejercicio de sus derechos humanos fundamentales y por aquellos derechos culturales que reconocen importantes
cuerpos normativos internacionales tales como el Convenio 169 de
la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas para los Derechos
de los Pueblos Indígenas.