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El significado del sacrificio
El sacrificio es dar al Señor todo lo que Él requiera de nosotros, nuestro tiempo, nuestros bienes terrenales o nuestras energĂas para llevar a cabo Su obra. El Señor dio el siguiente mandamiento: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia…” (Mateo 6:33). La disposiciĂłn que tengamos a sacrificarnos es una indicaciĂłn de nuestra devociĂłn hacia Dios. A la gente siempre se le ha probado para saber si ponen las cosas de Dios en primer lugar.
A los maestros: No es necesario enseñar todo lo que se incluye en cada capĂtulo. A medida que se prepare con espĂritu de oraciĂłn para enseñar, busque la guĂa del EspĂritu a fin de saber quĂ© porciones del capĂtulo debe cubrir y quĂ© preguntas debe hacer.
¿Por qué es importante sacrificar tal como el Señor lo pide sin esperar nada a cambio?
La ley del sacrificio se practicaba en la antigĂĽedad
¿Cuál era la importancia de los sacrificios realizados por el pueblo del convenio del Señor en la antigüedad?
Desde la Ă©poca de Adán y Eva hasta los tiempos de Jesucristo, los del pueblo del Señor practicaban la ley del sacrificio. Se les mandĂł ofrecer las primicias de los rebaños como sacrificios; esos animales tenĂan que ser perfectos, sin una sola mancha. La ordenanza se dio para recordar a la gente que Jesucristo, el PrimogĂ©nito del Padre, vendrĂa al mundo, serĂa perfecto en todo sentido y se ofrecerĂa a SĂ mismo como sacrificio por nuestros pecados. (VĂ©ase MoisĂ©s 5:5–8).
JesĂşs vino y se ofreciĂł a SĂ mismo como sacrificio, tal como se le habĂa enseñado al pueblo que Él lo harĂa. Debido a Su sacrificio, todo el gĂ©nero humano se salvará de la muerte fĂsica por medio de la ResurrecciĂłn y todos podrán salvarse de sus pecados mediante la fe en Jesucristo (vĂ©ase el capĂtulo 12 de este libro).
El sacrificio expiatorio de Cristo marcĂł el final de los sacrificios por derramamiento de sangre; esos sacrificios externos se reemplazaron por la ordenanza de la Santa Cena. La ordenanza de la Santa Cena se ha dado con el fin de que recordemos el gran sacrificio del Salvador. Por consiguiente, debemos participar con frecuencia de la Santa Cena, ya que los emblemas del pan y del agua nos recuerdan el cuerpo del Salvador y Su sangre, que Él derramĂł por nosotros (vĂ©ase el capĂtulo 23 de este libro).
¿Por qué se considera la Expiación como el último y gran sacrificio?
Debemos continuar ofreciendo sacrificios
¿De qué manera observamos la ley del sacrificio en la actualidad?
Aun cuando han finalizado los sacrificios por derramamiento de sangre, el Señor todavĂa nos pide que hagamos sacrificios, sĂłlo que ahora nos pide otro tipo de ofrenda. Él dijo: “Y vosotros ya no me ofrecerĂ©is más el derramamiento de sangre… y vuestros holocaustos cesarán… Y me ofrecerĂ©is como sacrificio un corazĂłn quebrantado y un espĂritu contrito…” (3 Nefi 9:19–20). “Un corazĂłn quebrantado y un espĂritu contrito” significa que debemos sentir un profundo pesar por nuestros pecados al humillarnos y arrepentirnos de ellos.
Debemos estar dispuestos a sacrificar todo lo que poseemos para el Señor
¿Por qué la gente está dispuesta a hacer sacrificios?
El apóstol Pablo escribió que debemos llegar a ser sacrificios vivientes, santos y agradables a Dios (véase Romanos 12:1).
Si hemos de ser sacrificios vivientes, debemos estar dispuestos a dar todo lo que poseemos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ăšltimos DĂas, a edificar el reino de Dios en la tierra y a trabajar para establecer SiĂłn (vĂ©ase 1 Nefi 13:37).
Un joven rico le preguntĂł al Señor: “…¿quĂ© harĂ© para heredar la vida eterna?”, y JesĂşs le contestĂł: “Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre”. A lo que el joven rico le dijo: “…Todas estas cosas he guardado desde mi juventud”. Cuando JesĂşs oyĂł eso, le dijo: “…AĂşn te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sĂgueme”. Cuando el joven escuchĂł eso se puso muy triste, ya que era muy rico y tenĂa puesto su corazĂłn en sus riquezas. (VĂ©ase Lucas 18:18–23; vĂ©ase tambiĂ©n la ilustraciĂłn que se encuentra en este capĂtulo).
Este joven rico era un buen hombre; sin embargo, cuando fue puesto a prueba, no estuvo dispuesto a sacrificar sus posesiones terrenales. Por otro lado, los discĂpulos del Señor, Pedro y AndrĂ©s, estuvieron dispuestos a sacrificarlo todo en beneficio del reino de Dios. Cuando JesĂşs les dijo: “…Venid en pos de mĂ… Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron” (Mateo 4:19–20).
Al igual que los discĂpulos, podemos ofrecer nuestras actividades diarias como sacrificio al Señor. Podemos decir: “Hágase Tu voluntad”. Abraham hizo eso; Ă©l viviĂł en la tierra antes de la Ă©poca de Cristo, en los dĂas en que se requerĂan los sacrificios y los holocaustos. El Señor, poniendo a prueba la fe de Abraham, le mandĂł ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio.