La casa del boticario estaba a la salida del pueblo, completamente aislada, por la parte que miraba al camino tenía un jardín rodeado de una tapia, y por encima de ella salían ramas de laurel de un verde oscuro que protegían la fachada del norte. Pasando el jardin estaba la botica. La casa no tenía balcones en In parte de arriba, sino sólo ventanas, y éstas abiertas en la pared sin simetria alguna; lo que era debido a que algunas de ellas estaban tapiadas. Al pasar en el tren o en el coche por las provincias del norte, se podían ver casas solitarias que, sin saber por qué, daban envidin. Parece que allá dentro se puede vivir bien, se adivina una existencia dulce y apacible; las ventanas con cortinas hablan de interiores casi monásticos, de grandes habitaciones amuebladas con arcas y cómodas de nogal, de inmensas camas de madera; de una existencia tranquila, sosegada, cuyas horas pasan lentas, medidas por el viejo reloj de alta caja, que lanza en la noche su sonoro tic tac. La casa del boticario era de éstas: en el jardín se veían jacintos, heliotropos, rosales y enormes hortensias que llegaban hasta la altura de los balcones del piso bajo. Por encima de la tapia del jardín caía como en cascada un torrente de rosas blancas, sencillas, que de pronto se marchitaban y se caían.
Según el texto, ¿dónde estaba la botica? A. Después del Jardín B. Dentro de la casa C. A la orilla de la calle D. Cerca del pozo