El cono es pequeño y conocido. La mañana siguiente transcurre como todas las mañanas, salgo bien temprano para visitar a Lazlo o a su familia. La casa de mi familia está frente al río, del lado sur, por lo tanto mi primera visión del día es el agua corriendo de este a oeste. Y el primer sonido, el chapoteo de los peces saltadores. El puente de Queiba está dos casas más allá; nunca lo uso ni lo necesito. La casa de mi familia forma parte de un abanico de casas, medio oculto por los árboles y más allá está el cielo. Ese es el lado menos luminoso del pueblo. Por eso, la gente prefiere otros lugares.